¿Merecen la pena los discos SSD?
Al igual que muchos de vosotros, yo disfruto visitando grandes superficies dedicadas a la venta de informática y electrónica. En mi caso, suelo ir a un Media Markt situado a diez minutos de donde vivo, e hice mi habitual recorrido por la tienda, en un orden que ya hace tiempo que tengo establecido. Primero los teléfonos, luego las tablets, a continuación los portátiles, cámaras de fotografía y vídeo, televisores y finalmente complementos y otros artículos más específicos.
Casi por casualidad pasé por delante de la sección de memorias USB y discos duros externos e internos. Entonces vi también los discos sólidos, también llamados SSD por sus siglas en inglés, Solid-State Drive (unidad de estado sólido), y reparé en que habían bajado muchísimo de precio desde la última vez que los vi.
Para quien no lo sepa, los discos SSD son unas unidades de almacenamiento, al igual que los discos duros, pero que guardan la información de manera distinta. El disco SSD no guarda datos en discos magnéticos, y por lo tanto, no rota. Eso implica que su velocidad de datos no se ve limitada por un movimiento físico, y alcanzan velocidades de transferencia muy superiores a los discos. Además, usan la misma interfaz de conexión a la tarjeta madre, es decir, el sistema SATA. Eso es positivo, porque es compatible con los ordenadores modernos y para usarlo sólo tienes que comprar el disco y conectarlo a tu placa madre. Sin embargo, la velocidad real de estos discos es mucho menor, pues la conexión SATA presenta un límite de entre 300mb/s y 600mb/s, dependiendo de la versión de SATA. Por lo tanto, pese a que las SSD no aprovechan todo su potencial, van literalmente 10 veces más rápido que los discos convencionales (recordemos que un disco duro SATA actual presenta una velocidad de entre 50 y 70 mb/s). Entre los beneficios de usar un disco sólido también están el menor ruido, y la mejor eficiencia energética, pues al no tener piezas móviles el consumo de electricidad es menor.
Sin embargo, esta tecnología tiene un gran inconveniente; el precio. Un disco duro corriente tiene un valor de unos cinco céntimos de euro por gigabyte, aproximadamente seis céntimos de dólar por cada gigabyte. Eso significa que un disco de un terabyte cuesta aproximadamente cincuenta euros o sesenta dólares. No obstante, un disco SSD tiene una relación de unos €0.6/GB. Con lo cual un disco de 128GB cuesta unos 70 euros. Se dice rápido: diez veces más rápido, sí, pero también diez veces más caro en relación a la capacidad de almacenamiento.
En defensa de esta pequeña aberración económica debo decir que la relación precio por gigabyte que presentan actualmente los discos SSD es mucho, mucho más pequeña que hace 3 o 4 años. En el año 2007 salieron las primeras unidades SSD para el mercado de los PC, y eran escandalosamente caras, del orden de $2.5/GB. Por eso, una modesta unidad de 128GB costaba más de $300. Las predicciones, gracias a Dios, dicen que en un plazo de tres o cuatro años gozaremos de unidades SSD de 1TB por un precio que rondará los cien dólares, es decir, habremos alcanzado el ratio de 10 céntimo por gigabyte.
¿Vale la pena cambiar el disco duro por un SSD?
He encontrado a mucha gente que se muestra desconcertada y no saben si ahora mismo vale la pena cambiar el disco duro por un SSD. ¿Realmente el incremento de velocidad es tan grande? ¿Son tantas las ventajas como dicen? ¿Compensarán esos beneficios el gasto económico que suponen?
Intentaré explicar brevemente los pros y contras de estos dispositivos. Por un lado, la diferencia de rendimiento es muy notable. No tanto en poder ejecutar más procesos a la vez, ni tampoco se nota en videojuegos ni en rapidez de cálculos o procesos; la unidad SSD se cubre de gloria cuando iniciamos el sistema operativo, copiamos archivos pesados o cuando arrancamos aplicaciones.
Cuando arrancamos el ordenador, sobre todo si es de torre, es fácil oír el movimiento del cabezal del disco duro moverse arriba y abajo. Básicamente el arranque del sistema operativo consiste en cargar el kernel, los drivers de los componentes, los servicios y las aplicaciones de inicio automático. Por lo tanto, una mayor velocidad acelera todos estos pasos, como podemos ver en el siguiente video:
La diferencia es abismal. Windows 7 se arranca diez veces más rápido con un disco SSD. Las pruebas indican que, en un ordenador limpio, sin grandes programas que cargar, y sin selección de usuario, Windows arranca entre unos 10 y 20 segundos. Da la sensación de ser rapidísmo.
En cuanto a las aplicaciones, os invito a que hagáis vosotros mismos la prueba. La próxima vez que vayáis a una Apple Store, arrancad todas las aplicaciones del Dock en un MacBook Pro con disco duro y haced lo mismo con su equivalente de pantalla retina, que tiene un disco SSD. Veréis la diferencia. Sobre todo los que usamos aplicaciones pesadas que tardan en abrirse, como Photoshop, AutoCAD, etc.
Por tanto, sí. En términos de rendimiento, es muy recomendable adquirir un disco SSD. Muchísima gente intenta ampliar su RAM, comprarse tarjetas gráficas y demás acciones que resultan ser superfluas ante un ordenador lento, y poca gente repara en que agilizar la transferencia de los archivos incrementaría la rapidez de su ordenador.
Sin embargo, 128 o 250GB pueden suponer poco espacio para usuarios que necesitan mucha información.
¿La solución? ¡Usa los dos!
Los discos SSD utilizan la misma conexión que el disco duro, y las tarjetas madres suelen aceptar varios dispositivos SATA. Simplemente tendrás que instalar Windows en tu disco SSD (si ya lo tienes instalado en el disco duro, la solución es algo más compleja), y entonces puedes usar el disco duro normal para guardar toda la información. De este modo, las aplicaciones y el sistema operativo están en el disco rápido, y los archivos y descargas, que comúnmente ocupan más espacio pero no nos interesa tanto su rapidez de datos, se pueden salvaguardar en el disco anterior. Ésta es una opción muy recomendable para disfrutar de la rapidez de los SSD sin perder la capacidad de almacenamiento de un disco estándar.
Así que ya sabes. Si estás buscando maneras de agilizar tu ordenador, es una opción muy buena de hacerlo. Además, la inversión no es tan grande. Por unos 80 dólares ya podrás conseguir discos SSD de 128GB, suficiente para almacenar programas y sistema operativo.